domingo, 19 de febrero de 2017

De originales perdidos (Umberto Eco)

—¿No se habrá asustado al ver a Gudrun? —dijo.

—¿Gudrun? ¿Esa... señora?

—Señorita. No se llama Gudrun. La llamamos así por su aspecto nibelúngico y porque habla de un modo vagamente teutónico. Quiere decirlo todo en seguida y ahorra vocales. Pero tiene el sentido de la justitia aequatrix: cuando escribe a máquina ahorra consonantes.

—¿Qué hace aquí?

—Todo, desgraciadamente. Mire usted, en cada editorial hay alguien que es indispensable porque es la única persona capaz de encontrar las cosas en medio del desorden que genera. Pero al menos cuando se pierde un original se sabe quién tiene la culpa.

—¿También pierde los originales?

—No más que otros. En una editorial todos pierden los originales. Creo que ésa es la actividad principal. Sin embargo, hay que tener un chivo expiatorio, ¿no le parece? Lo único que le reprocho es que no pierda los que yo quisiera. Percances desagradables para lo que el bueno de Bacon llamaba The advancement of learning.

—Pero, ¿dónde se pierden?

—Perdone —dijo, extendiendo los brazos— pero ¿se da usted cuenta de lo tonta que es su pregunta? Si se supiese dónde, no estarían perdidos.

- - - - - - 
Umberto Eco, El péndulo de Foucault.

No hay comentarios: